Últimamente, probablemente a causa de la edad, cuando el estrés y los nervios hacen mella en mi cuerpo, mis mandíbulas se tensan excesivamente, provocando incluso que algún empaste dental despistado no pueda soportar el flujo nervioso y termine liberándose de la presión.
En algo más de un mes, dos de estos pequeños implantes han decidido dejarme a merced de las caries.
Aunque la causa que lo ha provocado (de ámbito laboral) ya ha sido resuelta, el miedo por no saber si he tomado la decisión correcta sigue recorriendo mi cavidad bucal, provocando nuevas tensiones que espero que el tiempo acabe apaciguando (quizá esta entrada debería volver a titularla como la anterior...)
Pero como quiero que este escrito y la foto que lo acompaña sean liberadores de toda esa tensión (por medio de la catarsis), sólo quiero desearos que el próximo año no tengáis razones de este tipo para visitar al dentista, o al menos que no sea por causas diferentes al normal mantenimiento de una boca sana (tampoco es cuestión ahora de enemistarse con ellos…)